Bastón sin orgullo no vale

Por: Mayor César Maldonado*

Mi prima Natalia - la más bonita -

Mi prima Natalia – la más bonita – en sus años mozos fue bastonera del “Rojo de la Montaña”. Le recuerdo por su elevado garbo y sobrado orgullo al pisar la grama del Atanasio Girardot. Siempre dudé si la mayor ovación del populacho era a su entrada, o cuando ingresaba el “poderoso”.

Mi prima vivía en el barrio Manrique, hoy comuna 3; nosotros vivíamos un poco más al oriente, en el corregimiento de Santa Elena. Realmente éramos vecinos, aunque alejados. Pero la distancia no fue óbice para que trascendiera la popularidad de la linda bastonera. Eran los años 70, cualquier logro mostrado con vanidad fácilmente tocaba la fama. Pero lo realmente admirable, era el orgullo con que mi prima, y toda su familia, exhibían su “bastón”. Ocupaba un lugar casi sagrado en la casa. Creo no exagerar, pero en algún tiempo, fue lugar de peregrinación del barrio. Mi tío le hizo una urna de cristal para que la romería pudiera admirarlo con facilidad. Solo hasta hace cinco años, el “orgullo” de la familia se perdió por la acción de un hurto en la vivienda.

Si Natalia hubiera tenido un bastón mejor elaborado, les aseguro que lo hubiese llevado con tal orgullo y decoro, que sería la admiración, no solo de Antioquia, sino del pueblo colombiano. Porque ella entregaba alma y corazón al simbolismo de su bastón.

Un grupo de soldados, por sus méritos y con el pasar de los años, logró hacerse a un bastón. La más alta dignidad dentro de las fuerzas armadas. De niño también admiré el orgullo y bizarría de esos soldados, a tal punto, que seguí su estrella con la seguridad de que, ese era mi norte. En mi corto transitar por los cuarteles, conocí a grandes y honorables soldados, adornados de admirables virtudes que sabiamente usaron en la construcción de nuestro país. Pero el infortunio se apoderó de mi ser y cambió abruptamente mi sino. Otros compañeros continuaron el camino.

Cuando se fraguo la patria, con sangre se escribieron los valores y principios de los nobles soldados de Colombia. ¿Qué les pasó? ¿En dónde quedó el orgullo que por 200 años ilustraron nuestros viejos soldados?

Todas las formas de lucha que por años han atacado vilmente a la patria, han hecho mella, enlodando la grandeza de la más pura institución, el Ejército Nacional. Me asombra sí, la facilidad con que ha caído el “Generalato”, apartándose mucho de la entereza de la vieja estirpe. ¿En dónde quedaron los tantos valores innatos al soldado?

Generales, si ustedes desfallecen, ¿Qué quedará de las tropas? Con el mayor respeto que les tengo, hoy me avergüenzo de la actitud de muchos de ustedes, que sobreponen intereses personales por encima de la dignidad del Ejército. Por los medios de comunicación, los colombianos tenemos que enterarnos de oscuros y mezquinos sentimientos de un grupo de soldados incapaces al reto, que, por no poder solucionar internamente sus diferencias, manos oscuras de ustedes mismos, decidieron ventilarlas poniendo en bandeja de plata sus falencias, a enconados enemigos prestos a destrozarlos.

Escuché que están desinfectando el edificio Jaque para el conclave de mañana lunes, ojalá encuentren un anti-bacterial para combatir la deslealtad, pues ese oscuro sentimiento, es el que realmente hoy los tiene en la deshonra.  

¡Oh prima Natalia!, como anhelo tu entereza, tu orgullo, tu garbo, para que enseñes a estos soldados la grandeza que implica portar un “bastón”.

Hasta luego,

(*) Presidente Fundación Comité de Reconciliación ONG