Gobierno niega existencia de conflicto armado con el ELN

Por:
Mayor César Maldonado*
COLUMNISTA INVITADO

¿Se abre nuevamente la vieja puerta a la guerra en los estrados judiciales?

Centenares de militares – de todos los grados – pasaron detenidos por el yerro de muchos gobiernos al confundir el conflicto armado con una amenaza terrorista. La normatividad empleada es muy distinta en ambos casos. Hasta la misma guerra tiene normas especiales de comportamiento.

De varios lados, inclusive desde la academia, está planteada una discusión inconclusa – casi bizantina – de si los actos de las guerrillas colombianas son de guerra o crudas acciones terroristas. Mirado desde la historia de los conflictos, existe una línea muy delgada – demasiado diría yo – para entrar a determinarlo con exactitud. Yo soy militar, y nadie me puede sacar de la cabeza de que el atentado de la Escuela de Policía, fue un acto terrorista de lo más abominable que hemos visto en esta guerra. Y las torpes explicaciones del ELN terminaron por añadir el reproche hasta de su feligresía. Sin embargo, hay quienes persisten en que se trató de acto válido de guerra. En fin, 55 años ininterrumpidos de guerra, no solamente han dejado víctimas, sino una enorme polarización política y adeptos de lado y lado. Pero surge el interrogante de si debemos tirar la toalla ante un evidente acto de barbarie.

Un gobierno debe ser más frio, más responsable y menos soberbio que su oponente al que además califica de terrorista. A los ciudadanos de a pie se nos dificulta entender cómo se niega la existencia de un conflicto armado bajo el pretexto de sindicar de terrorista a un actor con el que se estaba sentado hace poco más de un mes tratando de buscarle salida negociada a la guerra. Obviamente no cabe el ligero argumento de que sencillamente se dio continuidad a un proceso iniciado por otro gobierno. Porque sin desconocer los errores que rodearon el proceso de negociación con las FARC, resalto algo muy positivo, me refiero a la determinación de Santos de continuar a pesar de actos imperdonables como el de Buenos Aires – Cauca. Indudablemente el corazón de Colombia se quebrantó con el asesinato aleve de 11 militares. Llovieron presiones de todos lados exigiendo enterrar definitivamente la mesa de negociaciones, aunado el dolor patrio, pero…Santos fue frio y calculador.  

Es incuestionable el dolor que nos causó el asesinato de 22 jóvenes que empezaban a prepararse para poner sus vidas al servicio de la patria. Creo que, en la posición de Duque, yo también habría suspendido temporalmente la negociación con el ELN. Determinación sustentada igualmente por los crueles y sistemáticos ataques de la organización subversiva a la infraestructura petrolera, al medio ambiente y a la población civil, mientras pretendía mostrar voluntad de paz en una mesa de negociación. Pero de ahí a cuestionar la existencia de un conflicto, hay mucho trecho.

Solo es darle una mirada al pasado cercano para reconocer las nefastas consecuencias – de toda índole – debido a la terquedad política de gobiernos anteriores, que confundieron los cables a la hora de calificar el problema del orden público. La guerra es sinónimo de barbarie, muerte, odios, desplazamientos; violencia total. Mirarla con la lupa de los DD. HH fue el error más grande de los gobernantes que antecedieron. Las partes en conflicto no tenían normas claras de comportamiento en la guerra, salvo la moral y la ética que se pone de presente en los cuarteles, más no en el campo de combate, que demanda todo un andamiaje estructurado para volverla menos cruel. Dicho error fue una ventaja para el enemigo que supo ponerla a su favor, llevando a brillantes soldados tras las rejas, quebrantando la moral de las tropas en filas.  

Hasta luego,

(*) Presidente Fundación Comité de Reconciliación