Estaba cantado: El sesgo en la aplicación de la JEP, será el mayor impedimento para la reconciliación de los colombianos

Por: MY. César Maldonado*

"Sanemos aquel dolor y acojamos a todo ser humano que cometió delitos, los reconoce, se arrepiente y se compromete a reparar, contribuyendo a la construcción del orden nuevo donde brille la justicia y la paz": Francisco.

En la noche del pasado domingo, la encantadora Cartagena – en nombre de todos los colombianos – tuvo la gentileza de despedir rumbo a Roma, al Sumo Pontífice. Francisco nos deja tantas enseñanzas como la biblia misma. En Villavicencio se reunió con víctimas y victimarios y les aseveró que “Todo esfuerzo de paz sin un compromiso sincero de reconciliación siempre será un fracaso”. Antes de partir de nuestro territorio, en su última eucaristía en la Ciudad Amurallada, habló sin reservas de la paz por la que debemos luchar los colombianos. Hizo un enérgico llamado hacia un acuerdo social y cultural que nos garantice vivir en comunidad; finalmente pidió seguir “caminando juntos cada día para ir al encuentro del otro, en busca de la armonía y de la fraternidad”

Me hubiese gustado mucho que las primeras sillas en sus discursos, especialmente en Villavicencio, se hubieran ocupado con los jueces y fiscales del país. O mejor aún, una reunión privada con la participación del aparato judicial colombiano, la cual se requería con suma urgencia ante la degradación de la integridad de los administradores de justicia criollos. Es posible que no hayan entendido las enseñanzas de Francesco Carnelutti, cuando se les aleccionaba en primer año de “cómo nace el Derecho”, en especial el inseparable dueto Moral-Derecho.

El punto más importante de lo acordado en La Habana, es sin duda el tema de la justicia. De igual interés para las Farc, como para los agentes del Estado y todo aquel que resulte comprometido en el marco de esta guerra. En la terminación del conflicto por la vía política, las partes esperan la garantía de que se les respete lo pactado. Esa es la base de una real reconciliación. Obviamente que ese respeto habrá de ofrecerse por igual a los confrontados. No está sucediendo así. Y esto fue advertido por este articulista y por aquellos a quienes se les rotuló en su momento como “enemigos de la paz”.

Sin lugar a equivocaciones, uno de los grandes incentivos para que los militares apoyaran el proceso de paz, fue precisamente la posibilidad de quitarse de encima a la sesgada justicia ordinaria, que se había convertido en un arma de guerra, infiltrada por la extrema izquierda. Sus decisiones mañosas causaron más “bajas” oficiales que las mismas balas. No aprendieron los jueces – ni siquiera con las reflexiones del Papa – que, para construir el futuro no solo hay que silenciar fusiles, sino cesar todo tipo de guerra, entre ellas, las persecuciones en los estrados judiciales. No es posible pretender validar las injusticias con la firma de un acuerdo de paz; es necesario desarmar los odios y deshacer las venganzas. Es un llamado a actuar con ética y equidad. Con grandeza.

Aun habiendo entrado en operación transitoria la Jurisdicción Especial Para la Paz, algunos jueces ordinarios mantienen el sesgo en la aplicación de la Ley 1820. Juzgados de ejecución de penas de Bogotá, y de otras ciudades, conceden con ligereza libertades a guerrilleros y ponen una lupa caprichosa para negar la salida a los militares presos. Resulta un silogismo errado que al sacrificado se le reconozca como “víctima del conflicto” y al victimario se le diga que su crimen no tiene relación con la guerra. Una torpeza a todas luces. Pero precisamente este tipo de ignorancias tiene en las cárceles a centenares de soldados.

Está en mora el Gobierno Nacional para intervenir en estos asuntos, de resorte exclusivo del juez, pero tan soslayado como para comprometer la construcción de una paz estable y duradera. En estos momentos no hay un solo guerrillero de las Farc en las cárceles – gozan de libertad – en cambio los militares se alistan para pasar otra navidad tras las rejas.

Hasta luego,

(*) Director Comité de Reconciliación